Carolina Sandoval es de Caracas, Venezuela. Llegó en septiembre. Recientemente se reunió con sus hijos, Misael (izquierda, 24 años) y Cleiverth (derecha, 26 años).
Carolina Sandoval es de Caracas, Venezuela. Llegó en septiembre. Recientemente se reunió con sus hijos, Misael (izquierda, 24 años) y Cleiverth (derecha, 26 años). WBEZ
Carolina Sandoval es de Caracas, Venezuela. Llegó en septiembre. Recientemente se reunió con sus hijos, Misael (izquierda, 24 años) y Cleiverth (derecha, 26 años).
Carolina Sandoval es de Caracas, Venezuela. Llegó en septiembre. Recientemente se reunió con sus hijos, Misael (izquierda, 24 años) y Cleiverth (derecha, 26 años). WBEZ

Este artículo fue publicado en Inglés el 11 de mayo de 2023.

Más de 8,500 migrantes, muchos originarios de Centro y Sudamérica, han llegado a Chicago desde agosto del año pasado. La gran mayoría fueron enviados en autobuses a la ciudad por funcionarios del gobierno de Texas.

Se ha esperado un aumento en el número de personas que cruzan la frontera entre Estados Unidos y México desde que, el jueves 11 de mayo, cuando el gobierno federal levantó el Título 42, una política de la era de la pandemia que impedía que las personas buscaran asilo en la frontera.

La ciudad y organizaciones comunitarias se han esforzado por establecer refugios y ofrecer artículos de primera necesidad como ropa, alimentos, pañales y medicamentos. Pero ha sido imposible mantenerse al día con la demanda. Y la falta de refugios designados ha obligado a alguno de los recién llegados a dormir en estaciones de policía y en edificios de parques públicos.

Todos estos eventos nos llevan a la pregunta de Jairus Durnett, uno de los oyentes de Curious City, quien quiere saber si los migrantes que llegaron el verano pasado están recibiendo el apoyo que necesitan. Además, preguntó si el área metropolitana de Chicago está preparada para ayudar a las continuas oleadas de personas que llegan desde los estados de la frontera sur.

Para ayudar a responder a estas preguntas, seguimos a Carolina Sandoval. La mujer de 46 años y su esposo dejaron su casa en Caracas, Venezuela, el año pasado. Ella venia en uno de los primeros autobuses que llegaron desde Texas a principios del otoño pasado. Cuando Sandoval bajó del autobús fue recibida nada menos que por la ahora ex alcaldesa de Chicago, Lori Lightfoot.

Desde entonces, para ganarse la vida en Chicago, Carolina ha navegado por una complicada red de servicios municipales. Ha sido un desafío, pero su historia es un ejemplo de lo que es posible cuando hay esfuerzos concertados, tanto de la ciudad como de las organizaciones comunitarias.

Pero recientemente, la situación se ha vuelto más difícil. En el último mes o más, la cantidad de migrantes que buscan refugio en Chicago pasó de unos 10 diarios a cerca de 125, según funcionarios de la ciudad. Se espera que ese número aumente aún más a medida que más personas crucen la frontera entre Estados Unidos y México. Si la situación fue dura para Carolina y otros el otoño pasado, es mucho más desafiante para los que llegan hoy en día.

En el teléfono de Carolina, ella muestra una foto tomada por alguien del grupo con quien viajaba en camino a los Estados Unidos.
En el teléfono de Carolina, ella muestra una foto tomada por alguien del grupo con quien viajaba en camino a los Estados Unidos. WBEZ

Un camino difícil

Carolina sabía que huir de Venezuela para buscar asilo en Estados Unidos sería arriesgado, incluso podría tener fatales consecuencias. Pero Sandoval cuenta que ella y su esposo no tenían otra opción que dejar atrás su vida debido a la violencia y al colapso económico que enfrentaron en su país.

Bajo el presidente Nicolás Maduro, el salario mínimo en Venezuela cayó a un poco más de $5 al mes y muchos residentes han tenido que enfrentar grupos llamados colectivos, personas que trabajan para Maduro y que obligan a los residentes a pagar sumas de dinero para poder seguir estando en sus casas o continuar con su vida cotidiana.

Carolina y su esposo soportaron el agotamiento y la enfermedad durante la traicionera caminata por el Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá. Recuerda Carolina que el olor a cadáveres llenaba el aire y las mujeres con las que viajaban le decían que las habían violado y robado.

En la frontera de Texas, Carolina pasó varias semanas en un centro de detención donde fue separada de su esposo. Eventualmente le dieron la opción de abordar un autobús a Nueva York o Chicago. Chicago parecía más manejable que Nueva York, así que eligió Chicago.

El verano pasado, funcionarios de Chicago y organizaciones comunitarias crearon un plan de emergencia para ayudar a los migrantes y ubicarlos en refugios emergentes alrededor de la ciudad. Como parte de este esfuerzo, cuando llegó a la ciudad, Carolina fue llevada a un albergue de la YMCA. Poco después, las autoridades los trasladaron a ella y a su esposo, junto con muchos otros recién llegados, a un hotel suburbano cerca del aeropuerto O’Hare donde se alojaron durante meses.

En los suburbios, a Carolina le resultaba más difícil moverse y buscar trabajo. Ella necesitaba ganar dinero para ayudar a sus hijos en su viaje a los Estados Unidos.

“Seguía diciendo ‘Dios, ¿qué voy a hacer ahora?’” dijo Carolina. “No teníamos dinero y uno de mis hijos ya estaba en México.”

Si bien la situación era extremadamente desafiante, agencias como Caridades Católicas ayudaron a Carolina y a otros como ella a conectarse con trabajadores sociales y eventualmente a encontrar una vivienda más estable.

Carolina y su esposo recibieron tres meses de asistencia para el alquiler y se mudaron en enero a un apartamento al suroeste de Chicago. Ahora tiene su propia cama, un televisor y un juego de sala, muchos de los cuales han sido donados.

“A veces pienso en ello y me pregunto: ‘¿Es esto un sueño?’” dijo Carolina. “¿Tener esto, después de perderlo todo? Nunca imaginé vivir en Chicago.”

Ella y su esposo encontraron trabajo limpiando oficinas. Pronto ella comenzará a pagar el alquiler por su cuenta.

Como Carolina, muchos migrantes que arribaron en esa primera ola han podido dejar los refugios y hospedajes temporales y han adquirido una sensación similar de estabilidad e independencia.

Carolina se mudó a un departamento en el suroeste después de meses de vivir en un hotel y refugio temporal.
Carolina se mudó a un departamento en el suroeste después de meses de vivir en un hotel y refugio temporal. Maggie Sivit / WBEZ

¿Qué viene después?

Desde que llegó la primera oleada de migrantes a Chicago, las cosas han cambiado drásticamente. Los frágiles sistemas que la ciudad puso en marcha están al límite de su capacidad. El número de personas que llegan diariamente se ha multiplicado por diez.

Sally Blount, presidenta y directora ejecutiva de Caridades Católicas, dice que los funcionarios de la ciudad y los proveedores de servicios están construyendo la infraestructura para ayudar a los migrantes a medida que crece la demanda. Ella compara esta crisis con los primeros días de la pandemia de COVID-19, cuando los proveedores de servicios sociales tenían que improvisar a medida que surgían nuevos desafíos. Eso se está volviendo cada vez más difícil, pero Blount dice que las organizaciones continuarán haciendo todo lo posible por ayudar.

“Todo lo que podemos hacer es [ayudar a] familia por familia, persona por persona,” dijo Blount. “Estamos llamados a simplemente abrir los brazos y hacer lo mejor que podamos.”

Angie Lobo es la directora ejecutiva del Indo-American Center, una de las organizaciones que recibió y trabajó con migrantes provenientes de YMCA donde se hospedó Carolina cuando llegó por primera vez a Chicago. Lobo dice que espera que haya lecciones aprendidas de la respuesta de la pandemia que también pueden aplicarse aquí. “[Inicialmente] se sentía un poco caótico,” recuerda. “Pero eventualmente comenzamos a coordinarnos [y] el dinero empezó a llegar para ayudar con esa organización.”

Esta última oleada de inmigrantes llevó a la entonces alcaldesa, Lori Lightfoot, a declarar el estado de emergencia. En una conferencia de prensa el martes 9 de mayo, Lightfoot dijo que espera que se liberen más recursos y que den a Chicago financiamiento estatal y federal.

En cuanto a Carolina, ella se ha reunido con el resto de su familia. Esto incluye a su esposo, hijastro, dos hijos y su nuera. Todos viven juntos en un apartamento de dos habitaciones. El mes pasado, su nieto nació. Él es el primer miembro de la familia en ser ciudadano estadounidense.

Carolina y su familia aún enfrentan desafíos por delante mientras tratan de encontrar un camino legal para vivir y trabajar en los Estados Unidos. Solicitar asilo en el país no es fácil. Históricamente las tasas de rechazo son altas.

Aún así, Carolina es optimista. Tiene que serlo, dice, porque volver a Venezuela no es una opción. Por ahora, seguirá trabajando duro y luchando para mantenerse independiente. Incluso sueña con abrir su propio restaurante venezolano.

Adriana Cardona-Maguidad es reportera del programa Curious City. Síguela en Twitter como @AdrianaCardMag.

Carolina Sandoval es de Caracas, Venezuela. Llegó en septiembre. Recientemente se reunió con sus hijos, Misael (izquierda, 24 años) y Cleiverth (derecha, 26 años).
Carolina Sandoval es de Caracas, Venezuela. Llegó en septiembre. Recientemente se reunió con sus hijos, Misael (izquierda, 24 años) y Cleiverth (derecha, 26 años). WBEZ
Carolina Sandoval es de Caracas, Venezuela. Llegó en septiembre. Recientemente se reunió con sus hijos, Misael (izquierda, 24 años) y Cleiverth (derecha, 26 años).
Carolina Sandoval es de Caracas, Venezuela. Llegó en septiembre. Recientemente se reunió con sus hijos, Misael (izquierda, 24 años) y Cleiverth (derecha, 26 años). WBEZ

Este artículo fue publicado en Inglés el 11 de mayo de 2023.

Más de 8,500 migrantes, muchos originarios de Centro y Sudamérica, han llegado a Chicago desde agosto del año pasado. La gran mayoría fueron enviados en autobuses a la ciudad por funcionarios del gobierno de Texas.

Se ha esperado un aumento en el número de personas que cruzan la frontera entre Estados Unidos y México desde que, el jueves 11 de mayo, cuando el gobierno federal levantó el Título 42, una política de la era de la pandemia que impedía que las personas buscaran asilo en la frontera.

La ciudad y organizaciones comunitarias se han esforzado por establecer refugios y ofrecer artículos de primera necesidad como ropa, alimentos, pañales y medicamentos. Pero ha sido imposible mantenerse al día con la demanda. Y la falta de refugios designados ha obligado a alguno de los recién llegados a dormir en estaciones de policía y en edificios de parques públicos.

Todos estos eventos nos llevan a la pregunta de Jairus Durnett, uno de los oyentes de Curious City, quien quiere saber si los migrantes que llegaron el verano pasado están recibiendo el apoyo que necesitan. Además, preguntó si el área metropolitana de Chicago está preparada para ayudar a las continuas oleadas de personas que llegan desde los estados de la frontera sur.

Para ayudar a responder a estas preguntas, seguimos a Carolina Sandoval. La mujer de 46 años y su esposo dejaron su casa en Caracas, Venezuela, el año pasado. Ella venia en uno de los primeros autobuses que llegaron desde Texas a principios del otoño pasado. Cuando Sandoval bajó del autobús fue recibida nada menos que por la ahora ex alcaldesa de Chicago, Lori Lightfoot.

Desde entonces, para ganarse la vida en Chicago, Carolina ha navegado por una complicada red de servicios municipales. Ha sido un desafío, pero su historia es un ejemplo de lo que es posible cuando hay esfuerzos concertados, tanto de la ciudad como de las organizaciones comunitarias.

Pero recientemente, la situación se ha vuelto más difícil. En el último mes o más, la cantidad de migrantes que buscan refugio en Chicago pasó de unos 10 diarios a cerca de 125, según funcionarios de la ciudad. Se espera que ese número aumente aún más a medida que más personas crucen la frontera entre Estados Unidos y México. Si la situación fue dura para Carolina y otros el otoño pasado, es mucho más desafiante para los que llegan hoy en día.

En el teléfono de Carolina, ella muestra una foto tomada por alguien del grupo con quien viajaba en camino a los Estados Unidos.
En el teléfono de Carolina, ella muestra una foto tomada por alguien del grupo con quien viajaba en camino a los Estados Unidos. WBEZ

Un camino difícil

Carolina sabía que huir de Venezuela para buscar asilo en Estados Unidos sería arriesgado, incluso podría tener fatales consecuencias. Pero Sandoval cuenta que ella y su esposo no tenían otra opción que dejar atrás su vida debido a la violencia y al colapso económico que enfrentaron en su país.

Bajo el presidente Nicolás Maduro, el salario mínimo en Venezuela cayó a un poco más de $5 al mes y muchos residentes han tenido que enfrentar grupos llamados colectivos, personas que trabajan para Maduro y que obligan a los residentes a pagar sumas de dinero para poder seguir estando en sus casas o continuar con su vida cotidiana.

Carolina y su esposo soportaron el agotamiento y la enfermedad durante la traicionera caminata por el Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá. Recuerda Carolina que el olor a cadáveres llenaba el aire y las mujeres con las que viajaban le decían que las habían violado y robado.

En la frontera de Texas, Carolina pasó varias semanas en un centro de detención donde fue separada de su esposo. Eventualmente le dieron la opción de abordar un autobús a Nueva York o Chicago. Chicago parecía más manejable que Nueva York, así que eligió Chicago.

El verano pasado, funcionarios de Chicago y organizaciones comunitarias crearon un plan de emergencia para ayudar a los migrantes y ubicarlos en refugios emergentes alrededor de la ciudad. Como parte de este esfuerzo, cuando llegó a la ciudad, Carolina fue llevada a un albergue de la YMCA. Poco después, las autoridades los trasladaron a ella y a su esposo, junto con muchos otros recién llegados, a un hotel suburbano cerca del aeropuerto O’Hare donde se alojaron durante meses.

En los suburbios, a Carolina le resultaba más difícil moverse y buscar trabajo. Ella necesitaba ganar dinero para ayudar a sus hijos en su viaje a los Estados Unidos.

“Seguía diciendo ‘Dios, ¿qué voy a hacer ahora?’” dijo Carolina. “No teníamos dinero y uno de mis hijos ya estaba en México.”

Si bien la situación era extremadamente desafiante, agencias como Caridades Católicas ayudaron a Carolina y a otros como ella a conectarse con trabajadores sociales y eventualmente a encontrar una vivienda más estable.

Carolina y su esposo recibieron tres meses de asistencia para el alquiler y se mudaron en enero a un apartamento al suroeste de Chicago. Ahora tiene su propia cama, un televisor y un juego de sala, muchos de los cuales han sido donados.

“A veces pienso en ello y me pregunto: ‘¿Es esto un sueño?’” dijo Carolina. “¿Tener esto, después de perderlo todo? Nunca imaginé vivir en Chicago.”

Ella y su esposo encontraron trabajo limpiando oficinas. Pronto ella comenzará a pagar el alquiler por su cuenta.

Como Carolina, muchos migrantes que arribaron en esa primera ola han podido dejar los refugios y hospedajes temporales y han adquirido una sensación similar de estabilidad e independencia.

Carolina se mudó a un departamento en el suroeste después de meses de vivir en un hotel y refugio temporal.
Carolina se mudó a un departamento en el suroeste después de meses de vivir en un hotel y refugio temporal. Maggie Sivit / WBEZ

¿Qué viene después?

Desde que llegó la primera oleada de migrantes a Chicago, las cosas han cambiado drásticamente. Los frágiles sistemas que la ciudad puso en marcha están al límite de su capacidad. El número de personas que llegan diariamente se ha multiplicado por diez.

Sally Blount, presidenta y directora ejecutiva de Caridades Católicas, dice que los funcionarios de la ciudad y los proveedores de servicios están construyendo la infraestructura para ayudar a los migrantes a medida que crece la demanda. Ella compara esta crisis con los primeros días de la pandemia de COVID-19, cuando los proveedores de servicios sociales tenían que improvisar a medida que surgían nuevos desafíos. Eso se está volviendo cada vez más difícil, pero Blount dice que las organizaciones continuarán haciendo todo lo posible por ayudar.

“Todo lo que podemos hacer es [ayudar a] familia por familia, persona por persona,” dijo Blount. “Estamos llamados a simplemente abrir los brazos y hacer lo mejor que podamos.”

Angie Lobo es la directora ejecutiva del Indo-American Center, una de las organizaciones que recibió y trabajó con migrantes provenientes de YMCA donde se hospedó Carolina cuando llegó por primera vez a Chicago. Lobo dice que espera que haya lecciones aprendidas de la respuesta de la pandemia que también pueden aplicarse aquí. “[Inicialmente] se sentía un poco caótico,” recuerda. “Pero eventualmente comenzamos a coordinarnos [y] el dinero empezó a llegar para ayudar con esa organización.”

Esta última oleada de inmigrantes llevó a la entonces alcaldesa, Lori Lightfoot, a declarar el estado de emergencia. En una conferencia de prensa el martes 9 de mayo, Lightfoot dijo que espera que se liberen más recursos y que den a Chicago financiamiento estatal y federal.

En cuanto a Carolina, ella se ha reunido con el resto de su familia. Esto incluye a su esposo, hijastro, dos hijos y su nuera. Todos viven juntos en un apartamento de dos habitaciones. El mes pasado, su nieto nació. Él es el primer miembro de la familia en ser ciudadano estadounidense.

Carolina y su familia aún enfrentan desafíos por delante mientras tratan de encontrar un camino legal para vivir y trabajar en los Estados Unidos. Solicitar asilo en el país no es fácil. Históricamente las tasas de rechazo son altas.

Aún así, Carolina es optimista. Tiene que serlo, dice, porque volver a Venezuela no es una opción. Por ahora, seguirá trabajando duro y luchando para mantenerse independiente. Incluso sueña con abrir su propio restaurante venezolano.

Adriana Cardona-Maguidad es reportera del programa Curious City. Síguela en Twitter como @AdrianaCardMag.