Un programa de Illinois para salvar las vidas de menores con tendencias suicidas es, para muchos, un camino a ninguna parte

Una investigación de WBEZ encontró que la solución del estado se está debilitando ante la creciente demanda de servicios de salud mental, especialmente entre menores de familias de bajos ingresos.

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Andjela Padejski / WBEZ
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Andjela Padejski / WBEZ

Un programa de Illinois para salvar las vidas de menores con tendencias suicidas es, para muchos, un camino a ninguna parte

Una investigación de WBEZ encontró que la solución del estado se está debilitando ante la creciente demanda de servicios de salud mental, especialmente entre menores de familias de bajos ingresos.

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Nota del editor: Este artículo comenta el suicido y el daño a uno mismo.

Tiene 13 años, lleva una camisa blanca que le queda grande y está sentado en una mesa redonda. Se encuentra en una austera sala de conferencias en su escuela, en el lado sudoeste de la ciudad de Chicago.

Randy Sadler, una especie de paramédico para menores en crisis emocional, está sentado enfrente del niño y le explica que tiene que hacerle algunas preguntas directas. El cabello del niño cae sobre su rostro y cubre sus ojos. Su mamá y otros dos adultos de su escuela también están presentes.

“En este momento, ¿sientes ganas de suicidarte?”, le pregunta Sadler, y le dice al mismo tiempo que no hay respuesta equivocada.

El niño admite que ha sentido ganas en el pasado, pero no en este momento. En ese día de otoño, Sadler intenta profundizar en el tema. Sabe que el menor sí le había dicho al consejero que tenía ganas de suicidarse. “¿Tienes algún plan? ¿Te sientes ansioso?”, le pregunta.

Sadler lleva la carga de tomar una decisión de vida o muerte: ¿Puede este adolescente volver a casa sin correr peligro?

En Illinois, especialistas como Sadler son llamados a escuelas, hospitales y hogares para tomar estas desgarradoras decisiones. Están en la primera línea de atención ante la crisis de salud mental de menores en el estado. La situación lleva años empeorando, pero su deterioro se aceleró con la pandemia del Covid-19.

En Illinois, el porcentaje de menores de edad con pensamientos suicidas que llegaron a las salas de emergencia de hospitales aumentó en casi un 60% en un periodo de casi 6 años, según una investigación en la que participó el Hospital Infantil Lurie de Chicago.

Hace 20 años, Illinois desarrolló una red de seguridad pública para niños de familias de bajos ingresos que se encuentran en crisis de salud mental y tienen seguro de salud a través de Medicaid o no tienen seguro. El estado trabaja con más de veinte organizaciones sin ánimo de lucro, entre ellas Ada S. McKinley Community Services, donde trabaja Sadler. Estas organizaciones intentan evaluar rápidamente y encontrar ayuda para estos niños después de que se realiza una llamada a una línea directa. El programa se llama “Evaluación, Asesoría y Servicios de Apoyo”, o SASS por sus siglas en inglés.

El personal que brinda servicios y atención en casos de salud mental en el estado de Illinois dicen que dicho programa es esencial, un salvavidas y una bendición para familias que pasan por un momento difícil. Pero una investigación de seis meses realizada por WBEZ, que incluye docenas de entrevistas y una revisión de cientos de documentos y registros estatales, revela que el estado está fallando en asegurar que miles de niños, niñas y adolescentes reciban ayuda de seguimiento, mucho menos el apoyo de servicios de salud mental intensivos que muchos necesitan.

WBEZ encontró que esta red de seguridad pública vital está llena de hoyos. Se está tambaleando ante el peso de una crisis de salud mental juvenil que día a día se enfrenta a la carencia del personal y una creciente necesidad. Los trabajadores de SASS pueden ser una verdadera ayuda para familias, pero están maniatados porque no tienen muchos lugares a donde mandar a niñas, niños y adolescentes en crisis.

Como dijo un proveedor de SASS, es como tener un Cadillac que no se puede manejar a ningún lado.

“Todo esto recibe fondos de nuestros dólares como contribuyentes y es un desastre total”, dice Charles Gobert, Tutor del Condado de Cook. Gobert representa a niñas, niños y adolescentes dentro del sistema de crianza, algunos de los cuales han pasado por SASS.

Las quejas de que los menores en crisis esperan horas y horas solamente para recibir su evaluación, cuando el programa supone una respuesta dentro de 90 minutos, han aumentado en un 50% en el último año, aunque los oficiales estatales dicen que hacen seguimiento de esto y responsabilizan a los proveedores de SASS. Esto según la revisión de WBEZ de registros y documentos estatales obtenidosn a través de solicitudes de información pública. El año pasado, aproximadamente 46,000 llamadas de todo Illinois requirieron una respuesta inmediata.

El estado ni siquiera sabe si todo menor en crisis que fue evaluado por un trabajador de SASS fue referido a un servicio de salud mental, ya sea como paciente hospitalizado o ambulatorio, mucho menos si recibió algún tipo de tratamiento. Tras meses de preguntar, el estado no pudo proporcionar datos de aproximadamente el 40% de los casos que en los últimos 5 años requirieron de una respuestas dentro de 90 minutos. Más de 220,000 llamadas requirieron de una respuesta inmediata durante ese periodo, de 2018 a 2022.

De hecho, funcionarios estatales dicen que recientemente están haciendo que las compañías de seguro sean responsbales de que esos menores tengan una cita de seguimiento programada después de una intervención de crisis del SASS, o después de recibir el alta hospitalaria. Illinois subcontrata en buena medida el programa de SASS a compañías de seguro privadas que tienen contratos de Medicaid.

Lo que sí sabemos es que una gran cantidad de niñas, niños y adolescentes están pasando repetidamente por el sistema. Uno de cada 3 menores pasa múltiples veces por el programa de SASS, con al menos dos llamadas por menor cada año. Los oficiales del estado dicen que las compañías de seguros de Medicaid siguen de cerca a estos menores.

A pesar de eso, Kristine Herman, directora de salud conductual en el Departamento de Cuidado de Salud y Servicios para Familias de Illinois, que supervisa al SASS, y otros oficiales del estado, dicen que deben mejorar.

En diciembre, el estado lanzó un programa llamado Pathways to Success [Caminos al Éxito] que financia organizaciones para dar mayor coordinación de cuidados intensivos y una serie de servicios de apoyo a niñas, niños y adolescentes en sus comunidades.

Herman tiene la esperanza que el programa responda algunas de las carencias dentro de SASS, incluso cuando se supone son servicios que ya brindan los proveedores de SASS y las compañías de seguro privadas de Medicaid. El estado ha propuesto un gasto de casi 150 millones de dólares para Pathways en el próximo ejercicio del presupuesto que inicia el 1 de julio, y un estimado de 300 millones de dólares al año cuando el programa esté completamente establecido.

“Es una de las razones por las cuales estamos presionando para que estos servicios adicionales lleguen a las comunidades, porque realmente son los tipos de servicios de seguimiento que necesitan y que no tienen actualmente”, dijo Herman a WBEZ.

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Randy Sadler, una especie de paramédico para niñas, niños y adolescentes con angustia emocional, para sus días respondiendo a casos de crisis de salud mental en Chicago. Trabaja para la organización Ada S. McKinley Community Services. Manuel Martinez / WBEZ

La realidad se manifestó con dolorosa claridad el día que Sadler luchaba para decidir si el niño de 13 años de edad con su camisa extra grande podía volver a casa y no correr peligro.

Casi llorando, su mamá le explicó a través de un intérprete del español que ya se le habían acabado las ideas de cómo ayudar a su hijo. Él ha sufrido de ansiedad por meses, sin dormir y sin querer ir a la escuela.

Sadler le pregunta: “¿Qué es lo que te causa tanta ansiedad?”

Él dice que siente mucha presión de volverse mayor, de salir bien en la escuela. Después de una evaluación minuciosa de salud mental, Sadler dice que va a recomendar consejería regular ambulatoria. Sin embargo, Sadler titubea.

“Hay lista de espera”, dice, con un profundo suspiro. Su agencia, que cubre la mayor parte del lado sur y partes del lado oeste de la ciudad, quiso contratar entre 15 y 20 trabajadores más el otoño pasado, pero no pudo hacer frente a la creciente necesidad.

Sadler le dice a la mamá que llame cada semana hasta que le encuentren un terapeuta.

“Llame una y otra vez”, le dice. “Dígales que su hijo no está bien. ¿Me entiende? Para que le hagan caso”.

El programa de crisis SASS se diseñó para crear igualdad

Sadler sale de la escuela y se siente frustrado.

“Ese nene necesita que alguien lo supervise cada día. Lo ideal sería que fuera a la escuela, pero entiendo que a la escuela le faltan recursos”, dice. De hecho, el consejero le había dicho que no tenía ni idea que el chico estaba en problemas. En una escuela de más de 900 estudiantes, él no llamaba la atención.

En cuanto Sadler revisa su teléfono, ve que hay otra llamada. Otra escuela a unas millas de distancia está llamando acerca de tres niños que están experimentando lo que la escuela considera una crisis de salud mental.

Sadler es un hombre de mejillas redondas y mirada amable. Tendrá cuarenta y pico de años, pero cuando habla, suena a abuelita preocupada. Casi siempre habla de los menores con ternura, llamándoles “nenes”. Dice que madres y padres, escuelas y hospitales quieren que haga milagros con los nenes, pero no hay manera.

“No podemos curarlo todo”, dice.

Se supone que el SASS debe de crear igualdad, ser una vía para ayudar a familias de bajos ingresos a tener mejores posibilidades de acceder a tratamientos en casos de salud mental, y evitar que se interne a los menores de manera innecesaria. Generalmente, quienes tienen salud privada tienen acceso a más doctores dispuestos a darles tratamiento. Todo se reduce al dinero: los seguros privados normalmente pagan más.

WBEZ entrevistó a madres y padres de familia, consejeros escolares y personas que brindan servicios de salud mental por todo el estado para ver cómo se desarrolla esto.

Para Melina, una madre que vive en Chicago, acudir al SASS ha sido más obstáculo que ayuda. Hace un año, su hijo había amenazado con suicidarse. “Empezó a llorar y decir que se quería matar, que no tenía sentido en la vida”, dijo Melina. WBEZ no usará su apellido para proteger la privacidad de su hijo.

La escuela del niño, en el lado oeste de la ciudad, pidió ayuda al SASS. Para familias con Medicaid, esta es la manera más directa de lograr que se interne el paciente. Como no quería que su hijo esperara en la escuela, Melina, que no tenía automóvil, se fue en Uber a recogerlo para llevarlo a un hospital psiquiátrico en el extremo oeste de la ciudad.

Melina y su hijo pasaron cinco horas en la fría e inhóspita sala de espera. Cuando por fin un trabajador de SASS examinó al niño, él ya no estaba en crisis visible y no quería hablar demasiado. Les enviaron a casa con una referencia para terapia ambulatoria. “Me dolía muchísimo la cabeza”, dice ella. “Fue como una pesadilla”.

Melina se sintió sola y asustada. “Él dice que se quiere matar. Tal vez lo hará, tal vez no. No sé qué hacer”.

Le pidió a su hijo que dejara su puerta abierta mientras dormía.

Cuando Melina llamó acerca de la terapia, se enfrentó a listas de espera. Finalmente, a la larga y por sí misma, logró conseguir una cita semanal. Sin embargo, aún al día de hoy después de un año, le preocupa que su hijo no esté recibiendo suficiente tratamiento.

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Sólo cerca del 15% de los hospitales de Illinois tienen camas psiquiátricas pediátricas. Y no todos aceptan una gran parte de pacientes de Medicaid. El Hospital Infantil Lurie, en la foto, tiene una unidad de adolescentes con 12 camas. Jan Terry / Hospital Infantil Lurie

La pugna por las mismas camas de hospital

Una vez que el personal del SASS evalúa a los niños, comienza la espera, ya sea para una cama en un hospital o a una cita semanal de terapia.

En el Hospital St. Bernard, en el lado sur de la ciudad, al menos una vez a la semana un menor en crisis de salud mental llega a la concurrida sala de emergencias. Esta pequeña ancla comunitaria no tiene camas psiquiátricas para adolescentes, ni siquiera tiene unidad pediátrica. De hecho, en el lado sur de la ciudad, donde hay inmensas desigualdades en atención de la salud en comparación a otras partes de Chicago con mayores recursos, no hay ni una sola cama psiquiátrica pediátrica.

Por lo tanto, niñas, niños y adolescentes esperan en St. Bernard por días, a veces más de una semana, para obtener cama en algún sitio. Sadler es uno de los intervencionistas en casos de crisis quien trabaja para conseguirles sitio. Es una presencia familiar en el hospital, estableciendo relaciones con estos jóvenes pacientes.

Sin nada que hacer, muchos permanecen fuera de las salas de evaluación, con deseos de conversar con el personal. Están expuestos a todos los traumas que llega a la sala de emergencias: personas heridas de bala, que están en labor de parto, o que sufren de ataques cardíacos. Ven a policías vigilando las habitaciones de los pacientes.

Dr. Ashley Magda, doctora principal de la sala de emergencias de St. Bernard, se siente frustrada.

“¿Cuándo es que el gobierno se va a dar cuenta que si no les ayudamos en este momento, vamos a tener un montón de adultos con muchos problemas?”, dijo Magda.

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La doctora Ashley Magda trabaja en la sala de emergencias del Hospital St. Bernard en el vecindario Englewood de Chicago, donde ha visto muchas niñas, niños y adolescentes llegar con una crisis de salud mental. ‘¿Cómo se supone que vamos a esperar que tengan éxito en la vida si no les estamos dando lo esencial que sabemos que necesitan?’ Manuel Martinez / WBEZ

Lo que se está desencadenando en St. Bernard está sucediendo en todo Illinois. Para los más vulnerables, quienes necesitan ayuda inmediata, solamente hay unos 30 hospitales en todo el estado que tienen camas psiquiátricas pediátricas, es decir, aproximadamente el 15% de todos los hospitales. Y de estos, no todos aceptan una buena parte de pacientes con Medicaid. Los hospitales con el mayor número de camas psiquiátricas pediátricas están concentrados en los suburbios y en el lado oeste de la ciudad de Chicago, según datos estatales del 2020, el año más reciente disponible.

He aquí el efecto dominó: niñas, niños y adolescentes de todo Illinois están recorriendo el estado, persiguiendo las mismas camas, y a veces viajan hasta cientos de millas de distancia lejos de sus hogares.

Kelsey Di Pirro, quien trabaja con Community Counseling Centers of Chicago, (centros que se conocen como C4), demuestra la escasez de capacidad. Para encontrar una cama, los trabajadores del SASS mandan por fax documentos con referencias médicas a hospitales de todo el estado de Illinois, y a veces mandan faxes hasta Iowa y Tennessee. Esto lo repiten cada 12 horas hasta que encuentran una cama.

Si el niño, niña o adolescente termina en Missouri, viaja en ambulancia, pero necesita encontrar una manera de regresar a casa.

Di Pirro dice que un menor puede esperar en la sala de emergencias entre 24 horas y 5 días. El año pasado hubo quien esperó más de un mes.

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Al menos una vez a la semana llega una niña, niño o adolescente en crisis de salud mental a la sala de emergencias del Hospital St. Bernard. El hospital del lado sur de Chicago no tiene camas psiquiátricas pediátricas. Los menores deben esperar días, a veces semanas, para ser trasladados a un lugar que tenga camas disponibles. Manuel Martinez / WBEZ

“Hemos llegado a un punto con algunos menores en el que los hospitales nos dicen: ‘no los vamos a aceptar, por favor dejen de llamarnos’,” dice Carrie Ray del Heritage Behavioral Health Center, en Decatur, al sur del estado.

A niñas, niños y adolescentes con autismo o comportamiento agresivo es difícil encontrarles sitio. Y encontrar una cama para hijos de crianza es uno de los máximos retos. Los hospitales quieren un compromiso del estado que tendrán a donde irse cuando termine el tratamiento. La respuesta es que a veces no hay ningún sitio donde puedan ir. Por lo tanto, se la pasan en espera en la sala de emergencias.

No hay ni siquiera manera de encontrar datos públicos y en tiempo real de cuántas camas realmente están disponibles. Ni siquiera el Departamento de Cuidado de Salud y Servicios para Familias de Illinois, que supervisa el SASS, tiene claro ese dato.

Kristine Herman, funcionaria del Departamento, dice que el estado reúne a un equipo de varias agencias de gobierno para ayudar a estabilizar a los menores que tienen dificultades para encontrar cama.

Los reclamos de Medicaid en Illinois demuestran lo difícil que es para los pacientes de Medicaid en particular. En los últimos cinco años, un hospital y sus proveedores presentaron muchas más solicitudes de pago por concepto de tratamiento de pacientes pediátricos de Medicaid que otro hospital con un número similar de camas: casi 37 millones de dólares en un hospital frente a unos 2.5 millones de dólares, en el otro según los resultados de la investigación de WBEZ. En otras palabras, un hospital le brinda tratamiento a muchos pacientes de Medicaid. El otro no.

“No me hace sentir bien que me pregunten ‘¿cuál es la raza de la persona?’ porque no importa,” dice Melissa Coleman, experimentada en atender crisis de salud mental con la organización Metropolitan Family Services, cuyo territorio SASS cubre los suburbios del sur y parte del lado sur de la ciudad. “Algunos hospitales preguntan ‘¿Cuál es el código postal de la persona?’ ¿Por qué? Ni siquiera entiendo esa parte. Y luego preguntan, ‘¿Qué proveedor de Medicaid tiene?’”

En declaraciones, los voceros de hospitales explicaron por qué posiblemente no admitirían algún menor. Unos hablaron de carencia de personal, sobre todo en zonas rurales. Eso significa que no pueden aceptar tantos pacientes si hay que atenderles en cuartos privados o proporcionar seguimiento individualizado. Algunos dijeron que el grado de agresividad o enfermedad de un paciente es uno de los factores principales para decidir si se les puede internar en un hospital y darles la atención necesaria. En ciertos casos, la decisión podría poner en riesgo a otros pacientes

Los trabajadores de crisis del SASS de primera línea dicen que la lucha por obtener la atención y los servicios que se necesitan los deja con sentimientos de fracaso y enojo, no solamente por los pacientes, sino por el sistema en que se encuentran.


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La lucha por encontrar atención de salud mental

La escasez de opciones de tratamiento, y dónde se encuentra la atención, entra en juego en una de las evaluaciones más difíciles del día que tiene Sadler.

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Randy Sadler, trabajador de crisis de SASS, pasa su día manejando entre escuelas, hospitales y hogares, y evaluando a niñas, niños y jóvenes con crisis de salud mental. Manuel Martinez / WBEZ

Son más de las 4 de la tarde cuando Sadler recibe una llamada de una escuela primaria del lado oeste de la ciudad. Un niño de 12 años de edad le dijo a un consejero que tiene planes de matarse con cuchillos en su cocina mientras sus padres duermen.

La organización Ada S. McKinley, que normalmente atiende el lado sur de la ciudad, ahora también atiende el lado oeste debido a que otro asociado del SASS se salió del programa. Eso deja al equipo Ada S. McKinley haciendo evaluaciones telefónicas en los casos del lado oeste de la ciudad. La mamá del niño solamente habla español, por lo que Sadler pone a un intérprete al teléfono.

Esto crea una situación compleja: un niño vulnerable en una oficina con su mamá y un consejero, en una escuela que está casi vacía, hablando con dos desconocidos por teléfono.

Cuando Sadler comienza a hacer preguntas, el niño inmediatamente comienza a sollozar.

Con una voz aguda, el niño admite que sí quería matarse. Luego, por el llanto que lo sobrecoge, ya no puede decir nada. El consejero dice que el niño le había dicho que había estado “muy deprimido, volviéndose más y más triste”, y, “a veces quiero irme de este mundo y nunca regresar.”

Sadler decide inmediatamente que el niño debe ingresar en un hospital para recibir atención psiquiátrica.

La madre quiere que vaya al Centro Médico de la Universidad Rush, donde su hijo estuvo antes en un programa de terapia intensiva y está relativamente cerca de casa. Pero Rush ya no tiene unidad psiquiátrica pediátrica. El consejero de la escuela dice que la mejor opción es Riveredge Hospital en los suburbios occidentales.

Sadler le dice a la madre que la hospitalización podría durar hasta 14 días.

De repente, a la mamá le tiembla la voz y empieza a llorar. Dice que ni ella ni su hijo quieren esto.

Sadler está obligado a intervenir: “Necesito que la mamá sepa… tiene el derecho legal de decir que no. Sin embargo, voy a contactar inmediatamente con DCFS (Departamento de Servicios para Niños y Familias de Illinois) y alguien irá a su casa hoy mismo. Esto le puede afectar a ella y también si tiene otros hijos o hijas”, dice Sadler, refiriéndose a los servicios de protección de menores.

El consejero comenta que el niño está cada vez más alterado mientras escucha. Sadler intenta cambiar el enfoque de la conversación. “El objetivo es conseguir ayuda”, dice.

La mamá dice que va a buscar ayuda en otra parte. El consejero pregunta si por lo menos deben recomendar que la mamá guarde los cuchillos de la casa.

“Elimine todo lo que sea puntiagudo: cuchillos, tijeras, y vidrio”, dice Sadler

En busca de soluciones

Por años, el estado ha sabido que el SASS no cumple sus promesas. En un informe del 2019-20, una agencia externa contratada por el estado concluyó que había necesidad de “esfuerzos inmediatos a favor de la mejora de la calidad de servicios” de atención a la salud conductual de menores, los cuales incluyen el SASS. Las compañías de seguro de Medicare han intentado mejorar ampliando el acceso al tratamiento a través de consultas por telesalud, y se han asociado con entidades de servicios de salud mental para reservar citas.

Sin embargo, el gobernador JB Pritzker quiere que se haga más para arreglar la red de servicios de salud mental para menores en Illinois. Recurrió a Dana Weiner, investigadora principal de políticas del centro Chapin Hall de la Universidad de Chicago, para que formule un plan.

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Dana Weiner es investigadora principal de políticas en el centro Chapin Hall de la Universidad de Chicago. Actualmente está presionando para que haya más servicios que prevengan que menores de edad requieran atención psiquiátrica hospitalaria. Ashlee Rezin / Chicago Sun-Times

Una de las recomendaciones es lanzar un portal para madres y padres de familia, un espacio único para saber qué servicios de salud mental hay disponibles y dónde encontrarlos. En la propuesta del presupuesto estatal del 2024, Pritzker incluyó 10 millones de dólares para crear este portal. La idea es poner contacto a las familias con las citas, una posible solución a un sentimiento de frustración que resuena por todo el estado.

Weiner también ofrece un modelo para que eventualmente cualquier proveedor que tenga contratos con el estado, ya sea hospital u organización comunitaria, sea transparente en cuanto a que si tienen camas o citas disponibles. Esta idea podría ser difícil de vender, particularmente entre los hospitales, que son notoriamente reservados a la hora de compartir información sobre disponibilidad de camas.

“Hemos estado haciendo esto como si fuera un juego de póker, todo el mundo tiene sus cartas, pero… no las podemos ver”, dijo Weiner durante una presentación en diciembre. “Si pudiéramos ver [los datos], podríamos distribuir los recursos con mayor efectividad para ubicar a los menores [donde pueden recibir atención]”.

Ella también quiere más servicios para evitar que los menores terminen en el hospital.

Weiner considera que tomaría de tres a cinco años crear la fuerza laboral de atención médica necesaria, y sabe que tener suficiente personal es esencial para su plan.

Por ahora, el estado está llevando ejecutando el piloto de Pathways to Success, el programa que Kristine Herman, del Departamento de Cuidado de Salud y Servicios para Familias, promocionó y que tiene el objetivo de brindar más apoyo a menores con problemas serios de salud mental en sus hogares y comunidades. Ada S. McKinley, donde trabaja Sadler, es una de las agencias que ofrecerá el programa.

Nestor Flores, vicepresidente de Ada S. McKinley, dice que ha estado trabajando en la contratación y que los salarios son competitivos, por lo que tiene esperanzas.

“Vamos a intentar asegurar que los clientes no se nos pierdan sin recibir atención”, dijo.

Sadler cree que el programa podría mejorar la accesibilidad a algunos servicios. Pero considera que será difícil conseguir el personal.

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Randy Sadler, trabajador de crisis, para gran parte de su tiempo entre llamadas imaginando cómo podrían mejorar las cosas para las niñas, niños y adolescentes de Illinois. Manuel Martinez / WBEZ

Entre las frases que Sadler dice con más frecuencia están: “Sería maravilloso si…” o “Sería hermoso si…”.

Él tiene una lista larga de deseos, desdeescuelas que brinden mayor apoyo emocional, comunidades con mayor número de personal que ofrezca atención de salud mental, hasta más hospitales con camas psiquiátricas en los mismos vecindarios para que las familias no tuvieran que mandar a sus hijos lejos.

Pero a final del día, Sadler, siendo paramédico que atiende a todo tipo de niñas, niños y adolescentes en estado de angustia emocional, no se siente tan optimista.

“Simplemente no hay recursos”, dice.


Sarah Karp cubre educación para WBEZ. Kristen Schorsch cubre salud pública y el Condado de Cook para WBEZ.

Sígue su trabajo en Twitter @kschorsch, @sskedreporter y @WBEZeducation.

Susie An y Kate Grossman de WBEZ contribuyeron a esta historia.

Traducción: Catalina Maria Johnson es traductora y periodista musical. Su programa de radio bilingüe, Beat Latino, se transmite en Vocalo. La pueden seguir en Twitter en @catalinamariaj. Mago Torres es periodista y traductora. La pueden seguir en twitter en @magiccia.